NJ Walters - El Tesoro del Drakon, novelas romanticas
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//--> EL TESORO DEL DRAKON N.J. WALTERS 1 Resumen: Eartha ha pasado los últimos cinco años como esclava. Por el día trabaja en los campos y por la noche se ve forzada a compartir la cama de Hameon de Gradoc. Pero Eartha espe‐ra el momento propicio, y cuando se le presenta una oportunidad de escapar huye. Con los guardias de Hameon en pos de ella se cuela en una oscura taberna. Su única esperanza de salvarse de ser capturada de nuevo es conseguir la compañía de algún hombre. Arrik Varkas Drakon es más que un simple hombre. Es un señor Drakon. Medio dragón medio hombre, su raza normalmente ignora los asuntos de los hombres. Pero des‐de el momento en que Eartha entra en el bar le intriga. Una vez que ve su rostro sabe que debe tenerla. Arrik arrastra a Eartha lejos del peligro, pero este les sigue a las montañas. Cuando Hameon y su ejército vienen para llevársela de vuelta descubren que, sobre todo, un dragón siempre guarda y conserva su tesoro. 2 ÍNDICE Prólogo ........................................................................................................................................ 4.Capítulo 1 .................................................................................................................................... 5Capítulo 2 .................................................................................................................................... 9Capítulo 3 .................................................................................................................................. 16Capítulo 4 .................................................................................................................................. 22Capítulo 5 .................................................................................................................................. 283 Prólogo Todos los mitos y leyendas tienen su base en hechos reales. Y lo mismo ocurre con los dragones de Amanas. Una vez un planeta próspero y progresista, Amanas era el hogar de muchas especies y culturas diferentes. Dragones, magos, seres mágicos y hombres existían unos junto a otros, si no siempre armoniosamente, sí al menos con una cierta tolerancia. Pero los dragones siempre habían sido una especie solitaria y suspicaz, que luchaban los unos contra los otros por tierras, tesoros y compañeras. Con el tiempo declinaron casi hasta el punto de la extinción. Representantes machos de cada una de las cuatro familias de dragones —Montaña, Mar, Bosque y Desierto— fueron a los magos en busca de ayuda para salvar sus especies. Es bien sabido que los magos generalmente tienen poco interés en nada salvo ellos mismos y su magia, pero el mago Allisdar decidió escuchar la súplica de los dragones. Lanzó un hechizo que permitió a cada dragón macho tomar forma humana durante el plazo de un año. En ese tiempo los señores dragón se aparearían con tantas hembras humanas como pudieran. Lamentablemente, las mujeres eran ignorantes de la verdadera naturaleza de los hombres con los que se estaban acostando. Unas cuantas de estas mujeres alumbraron niños, todos ellos varones, que parecían tan normales como cualquier otro. Hasta que alcanzaban la pubertad. Entonces empe‐zaba el cambio. Las madres estaban horrorizadas, los pueblos aterrorizados y los muchachos fueron expulsados. Entonces los señores dragón volvieron para reclamar a sus descendientes y criarlos. Se había creado una nueva especie, ni humana ni dragón sino ambas cosas. Bendecidos con la longevidad, los instintos y la fuerza de los dragones pero con la inteligencia astuta y el corazón del hombre, estos muchachos pronto se convirtieron en machos poderosos capaces de transformarse y vivir tanto entre las bestias como entre los hombres. Los llamaron Drakons, o hijos de los dragones. A su tiempo proporcionaron un puente entre los dragones y la humanidad, llegando a ser consejeros de confianza y guerreros legendarios entre los reyes y gobernantes de Amanas. Pero la avaricia y la desconfianza crecieron entre los reyes humanos. Temían a sus señores Drakons y deseaban fervientemente los tesoros que acumulaban de manera continuada a lo largo de los años. Tras alzarse en un esfuerzo conjunto, los gobernantes humanos traicionaron a sus guerre‐ros leales. La sangre fluyó y a muchos los mataron. Pero a muchos no. El castigo fue rápido y brutal. Reinos enteros fueron arrasados, y la cólera de los señores Dra‐kons no conoció límites. Y cuando terminaron se alejaron del mundo de los hombres y regresaron a las montañas, mares, bosques y desiertos de sus padres, abandonando el mundo del hombre.Amanas fue abandonado al caos, y durante décadas la guerra y la lucha fueron una forma de vida. Pero la gente nunca olvidó a los señores Drakons, y en las raras veces en que uno se aventura‐ba en los reinos humanos era tratado con el temor y la sospecha que se habían ganado. Su valor co‐mo guerreros era la esencia de mitos y leyendas.Pero la verdad era muy diferente. Como sus padres antes que ellos, se sentían solos en su exis‐tencia solitaria y su número disminuía. Pero de vez en cuando uno saldría de su reclusión y enton‐ces las leyendas se contarían de nuevo.Así empezó… 4 Capítulo 1 Eartha apretó su capa andrajosa más fuertemente alrededor de su cuerpo tembloroso y se aseguró de que su cabeza estaba bien cubierta mientras echaba un vistazo al bar de ma‐la reputación desde el punto en que se encontraba, profundamente oculta en las sombras. Todo alrededor eran hombres que estaban bebiendo y riéndose, deleitándose con la comi‐da y las mujeres que les servían ale. El olor de la comida rancia, el ale ácido y el sexo im‐pregnaba el aire, haciéndole casi tener arcadas. Alzó el borde de la capa hasta su boca, te‐niendo cuidado de no respirar demasiado profundamente. El tiempo estaba acabándose. La desesperación le pisaba los talones, y sabía que haría lo que fuera necesario para escapar de sus captores. Cerró los ojos y se abrazó su delgado cuerpo mientras la inutili‐dad de todo se derramaba sobre ella. Durante los pasados cinco años, desde que tenía diecisiete, había sido una esclava, capturada cuando los ejércitos de Gradoc habían arrasado su pueblo. Muchos de los hom‐bres habían sido asesinados y las mujeres y los niños habían sido tomados como botín de guerra. Su vida había sido tan simple hasta entonces. Atender a los animales y al jardín, e intentar subsistir a duras penas en la áspera tierra en la base de las grandes montañas de Varkas. Cuando era una niña había pensado a veces que su vida era dura, pero no había tenido ni idea de lo brutal que podía ser la vida hasta que Hameon de Gradoc la había to‐mado como esclava. Durante cinco largos años había trabajado en los campos durante el día y Hameon había tomado su cuerpo por la noche. Eartha se mordió el labio negándose a llorar. La de‐bilidad era el modo más rápido de desesperarse, y muchos de su familia y amigos se hab‐ían rendido o habían muerto. Pero ella había jurado ser libre o morir intentándolo. Eartha había aprendido paciencia, esperando su momento a través de los largos años, buscando su oportunidad. Y finalmente había llegado. Hameon había sido llamado al castillo por el rey Fredoc y había dejado a Eartha atrás, en su fortaleza, bajo la custodia de sus guardias de confianza. Había sido esclava durante tantos años que nunca se les había ocurrido a los guardias que intentara escabullirse de ellos en el día de mercado. Pero eso es exactamente lo que había hecho. Con solo la ropa a la espalda, se había escabullido cuando los guardias habían estado ocupados comiéndose con los ojos a las nuevas esclavas que estaban siendo subastadas en la plaza del mercado. La visión había enfermado a Eartha, pero había agachado la cabeza y había desaparecido en la multitud. Los guardias habían salido rápidamente en su persecución, temerosos de la ira de Hameon si la perdían. Había vagado arriba y abajo por los callejones tratando de evadir‐los, y finalmente había tomado refugio en este bar oscuro y sórdido. Su mente trabajaba furiosamente mientras intentaba imaginar qué hacer. Los guardias estarían buscando a una mujer sola, así es que necesitaba unirse a un hombre. El pensamiento de dar su cuerpo a un extraño era detestable para ella, pero después de cinco años con Hameon sabía que podía sobrevivir a cualquier cosa. Tragándose la bilis que amenazaba subirle desde el estómago, buscó atentamente en el 5
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